La pedagogía de la ternura es una pedagogía del lenguaje afectivo, cálido, que tiene como propósito romper las barreras de la desconfianza.
Esta pedagogía de la ternura apunta a la reparación, que se plantea frente al quehacer educativo en la construcción y reconstrucción de la autoestima de las personas, buscando forjar identidades individuales y colectivas.
Puede definírsela, también, como la pedagogía del lenguaje universal: no necesita palabras, tan solo gestos, miradas cálidas, risas cómplices, sencillez, espontaneidad. No requiere de grandes y elocuentes discursos: se construye en lo cotidiano; no requiere de capacitación especial: sólo se trata de empatizar con el otro. Esta modalidad pedagógica se aprende; se modela y se construye en el diálogo interpersonal.
Es imposible ser maestro, profesor, si no se apunta a la esperanza y a la formación en valores.
La educación atraviesa momentos difíciles: planes hermosos, escaso presupuesto, alumnos con serias dificultades familiares que se reflejan en el espacio escolar y social. Una educación con calidad se hace con niños nutridos, padres preocupados, maestros capacitados.
No es lo mismo educar que instruir: Educar es formar, es acompañar en el rendimiento de las personas; en cambio instruir es llenar de conocimientos una cabeza.
Ser educador es ser y convertir a los demás en vulnerables al amor, es afirmar y reafirmar los valores que sustentan a las personas.
En la actualidad, el conocimiento se cuadriplica a una velocidad impensada y una computadora instruye mejor que una hora de clase planificada por el docente; por eso es necesario buscar estrategias y metodologías centradas, por ejemplo, en la pedagogía de la ternura.
Es necesario humanizar, ayudar y conquistar el derecho de las personas a ser personas, educar en la vivencia de los hechos. El niño debe vivenciar sus derechos y la educación es un derecho que pertenece legítimamente.
La pedagogía de la ternura es un estilo de ser maestro, en el aula y fuera de ella, porque promueve aprendizajes significativos que sirven para la vida.
El aprendizaje significativo responde a necesidades puntuales y actuales y en este aprendizaje el maestro ayuda a sus alumnos a desarrollar sus estructuras mentales y afectivas con el propósito de enfrentar obstáculos y dificultades sin que éstos se interpongan o impidan las situaciones de enseñanza.
Muchos pedagogos consideran que la pedagogía de la ternura va contra la corriente, porque suele enunciársela como un arte que se hace con sensibilidad, que no hiere, no discrimina, valora la dignidad, la comprensión, el respeto mutuo en un marco de límites claros, precisos y de hechos reparadores de actitudes; es la pedagogía que tiene como razón de ser al alumno, y la exigencia es tanto para el docente como para el alumno.En síntesis, esta mirada pedagógica, instalada hace más de dos décadas, recupera el error como elemento sustancial en su aplicación, sin perder de vista los límites y la afirmación de valores